Los perros también se hacen mayores. La senescencia consiste en los cambios originados por el transcurso de la edad en los perros. Dependiendo del tamaño, puede producirse a partir de los diez años, en perros con un tamaño pequeño, y a partir de los ocho años, en perros con un tamaño mediano-grande o grande. En esta última etapa se produce una disminución de las capacidades sensoriales y cognitivas y un aumento de la predisposición a padecer enfermedades y/o deterioros propios de la vejez, tales como ceguera, sordera, problemas musculares, cardíacos o neuronales, entre otros.
Al padecer el perro todos estos problemas, se modifica su conducta de manera más bien negativa. Los dolores crónicos pueden intensificarse, dando lugar a cambios en el comportamiento, en los que el perro se vuelva agresivo. Después, los “achaques” propios de la edad causan apatía, pérdida del apetito y una mayor ansiedad, por lo que cualquier cambio producido en su rutina, lo alterará bastante (menor capacidad de adaptación a cambios y estrés).
Por ello, los dueños deben estar mucho más atentos y prestarles más atención, ya que los cambios en la conducta del perro pueden deberse a síntomas de la vejez, o a alguna enfermedad o dolor crónico. El establecimiento de una rutina es clave para que el perro se sienta cómodo, y como en casa.
Otra solución son los complementos para perros de edad avanzada. Éstos reducen y previenen la aparición de problemas de salud relacionados con la vejez. Además, mejoran el envejecimiento del cerebro, gracias a los antioxidantes y componentes que contiene (ácidos grasos omega 3 y ácido alfa lipoico). Los perros se encuentran, por tanto, menos susceptibles a cambios y un poco más animados.
En conclusión, todos estos consejos y soluciones no evitan que el perro se haga viejo, pero sí que le asegura una vejez con una mayor calidad y nivel de vida, para que sea más llevadera.
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